¿Te acuerdas de aquella plaza en la que jugabas de pequeño? ¿Te encantaría que no hubiese cambiado y pudieran disfrutar de ella tus hijos o tus nietos? Piensa en ella cada vez que recicles una lata al contenedor amarillo. Recuerda, el envase que no recicles tú no lo reciclará nadie.
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